viernes, 5 de junio de 2015

Cuando sea viejo en la selva

Cuando tenga pagada por completa la educación de mis hijos hasta la universidad, me retiraré.

Me iré a la selva y me pondré a escribir cuentos para niños. Cada texto, cada página la ilustraré con acuarelas y cuando termine iré a la plaza principal de la locación para venderlos. No tendré aspiraciones y sólo querré que mis hijos me escriban una vez por semana para saber como les va.

Si tuviera nietos, les haré juguetes de maderas y se los regalaré a través de un mapa del tesoro. Cuando los encuentren les pediré besos. Nunca iré a visitarlos y siempre esperaré su visita en mi casa de la selva.

Nada me importará. De vez en cuando fingiere que tengo demencia y visitaré las iglesias para gritar ¡Viva Satánas! y fumaré marihuana en la plaza principal y gritaré que es para mis reumas.

Tal vez, mejor dicho lo más seguro, Adriana ya no estará a mi lado porque nos habremos separado por mi mal carácter. Entonces escribiré un chinga madral de poemas arrepentido por no haberla valorado.

Habrá ocasiones que cuando se oculte el sol, que me sentiré triste y me encerraré en mi casa para llorar. No tendré amigos por lo que me pondré a alucionar que los árboles, la cama, lo que esté a mi alrededor lo son; me pondré a platicar ellos como solía hacerlo con los que si existían.

Ya no tendré deseos sexuales, porque ya no me funcionará el órgano y ya no se me hará entretenido ese placer. Me seguirán gustando un buen las mujeres, pero me seguiré ruborizando cuando piense en la sensación de estar desnudo ante ellas como cuando era más joven.

Sabré que llegué a la vejez cuando sepa que le pague la universidad a mis hijos, ese día las fuerzas se irán poco a poco hasta aislarme en la selva con todas estos sueños.